Cruzando la cordillera
El 06 de enero de 1909 fue el día más feliz para Baldomero, ese día nació quien sería su primera y única hija, Leonor, una niña noble desde el día de su nacimiento. Baldomero le dio todo lo que pudo y a muy pesar suyo no le pudo dar su apellido, porque Pabla queriendo que todas sus hijas fueran iguales, no dejó que la reconociera, ya en ese entonces se veía que en esta familia las mujeres, tenían voz y decisión. Leonor creció bajo la protección de su padre y su tío, un millonario que vivió como indigente, pero que nunca dejó que le faltara nada y heredó la casa familiar a la menor de las tres hermanas. Margarita, nunca aceptó no haber heredado nada aún sabiendo que no era hija de Baldomero, ni sobrina del millonario excéntrico.
Leonor
Los días para Leonor transcurrían sin novedad, regando el campo, lavando en el río, preparando sus licores, una mujer sencilla, bien formada, 1,60 de altura, tez blanca, cabello azabache siempre recogido, labios formados y con energía y resuelta en sus acciones, le hacían una mujer atractiva, para cualquier varón que la conociera, rechazó a muchos que la pretendieron, nadie conocía sus sueños, su tranquilidad nunca fue trastocada, al menos eso pensaba la gente que la conocía.
Una tarde mientras realizaba sus quehaceres se sintió observada, su corazón se aceleró, miró para todos lados y no vio a nadie, cuando su corazón estaba volviendo a la calma sintió que la tomaron por detrás, lucho con todas sus fuerzas, grito, pero nadie la oyó, suplicó que la dejara, pero el hombre que la había agarrado estaba hecho un animal, sólo buscaba penetrarla, sus piernas se cruzaron y apretaron tanto como pudo, fue golpeada y arrojada al suelo, pero ella, aunque se veía frágil era una mujer fuerte, por más que luchó, sus fuerzas decayeron, ningún movimiento, ningún respiro, mientras era embestida por esa bestia, sólo apretó sus ojos con las pocas fuerzas que le quedaban, para que ninguna lágrima cayera, no le regalaría ninguna como trofeo a ese desgraciado, fue penetrada con tal brusquedad que su vagina se desgarró, pero ese dolor no era nada comparado con el dolor que se clavaría para siempre en su alma, ese dolor que marchitó sus ojos para siempre y el de casi todas sus próximas descendientes. La pena y la rabia consumieron su alma, pero siguió adelante por sus dos hijos, calló lo sucedido y en silencio cada noche lloraba su desgracia, con el pasar de los meses se fue dando cuenta que su vientre se empezaba a abultar, de esta acción desgraciada nacería un niño y Leonor tan noble desde su nacimiento decidió tenerlo, el niño nació y a pesar de su pena, ella lo amaba, aunque cada vez que miraba su rostro recuerda a aquel hombre que logró llegar a su alma, pero para dejarle una marca con un sabor amargo que nada podrá borrar...